Laura González Cabrera
Laura González Cabrera (Las Palmas de Gran Canaria,1976). Es licenciada en la facultad de Bellas Artes de Salamanca (USAL). Recibió el Premio DKV al mejor artista español (2015) y la Medalla de oro en la Bienal de arquitectura Miami + Beach (2009). Ha sido becada por el Ayuntamiento de Paris para realizar una residencia en el Centre Les Récollets (2019). Su trabajo se ha expuesto en numerosas exposiciones dentro de instituciones y museos, así como en distintas galerías y ferias nacionales e internacionales. Entre ellas habría que destacar las siguientes: MediaLab Prado, Madrid (2021); el Colegio Oficial de Arquitectos de Santa Cruz de Tenerife (2020); CAAM de las Palmas de G.C. (2020, 2013 y 2008); Centro de Arte La Regenta (2019); Museo de Pollença, Mallorca (2018); Museo de Arte Contemporáneo de la Fundación Naturgy (MAC) , La Coruña (2018); Fundación Canaria para el desarrollo de la Pintura (2017); Today Art Museum, Pekin (2016); TEA de Santa Cruz de Tenerife (2016); Museo de Huelva (2015); Museo Internacional de Arte en Lanzarote (2011); Fate Festival, San Potito Sannitico, Nápoles (2009); IX Bienal de Dakar Off, Senegal (2008) y La Casa Encendida en Madrid (2007). Su obra forma parte de colecciones públicas y privadas como Los Bragales; Pilar Citoler; TEA Espacio de las Artes; DKV seguros; Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura; Fundación DIDAC; Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM); Gobierno de Canarias y Cabildo de Gran Canaria.
Desde el año 2007, la palabra y su escenificación en el espacio ha sido uno de los principales ejes de desarrollo del trabajo de Laura González Cabrera. Esto explica su interés por la escritura y por la pintura como registro de una acción. La forma se convierte así en el residuo de una práctica, el gesto deviene unidad mínima de información y su reiteración una especie de “mantra”. Se trata de un gesto computado y ordenado en estructuras reticulares donde color, trazo y letra invitan al espectador a escudriñar las superficies en busca de sentido. Todo su proceso está determinado de antemano a través de reglas de transformación numéricas, cromáticas y geométricas y se materializa por un procedimiento que responde rigurosamente a protocolos invariables próximos a los de un ritual. En él conecta lo visible con lo invisible, esto es, la palabra escrita con la experiencia que evoca, un vínculo que se traduce en una ilegibilidad simbólica.